COLUMNISTAS
La violencia política y el uso de los jóvenes como grupos de choque.
Quien pierde es el pueblo, no el Poder político.
18/11/2024
Por Luis Gotte
La violencia política es una herramienta vil, perversa, utilizada por el poder político para amedrentar, controlar, y amordazar a quienes alzan su voz. Los jóvenes, el futuro de nuestra nación, terminan instrumentalizados como carne de cañón en una lucha desigual. Con la pasión de su sangre ardiente, se les moldea, se les engaña, se les lanza contra supuestos enemigos del sistema. Pero al final, son ellos, y solo ellos, quienes terminan destrozados, mientras el poder permanece indemne, intacto, impasible.
El poder económico, junto con el político, expertos en la manipulación, convierten a nuestros jóvenes en grupos de choque. Les inculca el odio, les entrega banderas que no entienden del todo y les promete glorias inexistentes. Los empuja a calles, plazas y foros con el objetivo de asustar y silenciar al disenso, de poner mordazas a quienes piensan diferente. Se busca el control, no el diálogo; se pretende el miedo, no el consenso. La violencia se convierte en un arma para destruir las libertades de opinión y expresión. Así se logra el sometimiento del pueblo y nace la tiranía.
Pero quienes alientan estas divisiones, quienes incitan esta brutalidad, jamás se exponen al peligro. Los poderosos, siempre protegidos, están al margen de la sangre derramada y del dolor causado. Su trinchera no es la calle, sino el despacho cómodo y seguro. Son los jóvenes los que caen: en las manos de la represión, en las garras de la justicia, en el olvido de quienes los usaron y luego descartaron. La historia está llena de nombres que fueron sacrificados en aras de intereses espurios que nunca les beneficiaron.
No dejemos que nuestros jóvenes sigan siendo usados y desechados. La violencia política no debe continuar carcomiendo las bases de la justicia, la solidaridad, la libertad. La verdadera fuerza de una nación no está en la represión de las ideas, sino en el debate, en la construcción, en la libertad de ser y de expresar. Es hora de que la juventud sea una fuerza creativa, no un peón más en el juego cruel del poder político.
Los jóvenes deben comprender que la lucha es por Comunidad Organizada, y el arma la persuasión, el diálogo para crear mayorías. A los responsables, les decimos: el pueblo observa, la historia juzga y la memoria no olvida.