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La provincia de los bonaerenses: fragmentación, sindicalismo y el estado profundo

Reflexiones sobre el estado profundo de la Provincia de Buenos Aires. La provincia se vacía mientras el sistema político discute temas sin tocar lo esencial.

11/09/2025

Por Luis Gotte

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En esta primera etapa de mi recorrido por la provincia de Buenos Ayres, lo que más me llamó la atención fue la forma en que opera el estado profundo.

A la Provincia no le faltan recursos ni ideas. Lo que la inmoviliza es un entramado de poder que articula tres fuerzas corrosivas: la fragmentación política, un sindicalismo prebendario y un estado profundo conformado por grupos locales que capturan decisiones estratégicas. Este triángulo de bloqueo no solo distorsiona la gestión: impide que la provincia -y sus municipios- se organicen desde abajo y desplieguen su verdadero potencial territorial, productivo y comunitario.

Los municipios, lejos de ser motores del desarrollo, funcionan como delegaciones administrativas del poder central. Su autarquía es limitada, su financiamiento depende de la coparticipación y sus decisiones están condicionadas por negociaciones políticas con La Plata. La competencia entre intendentes -más ideológica que territorial- impide la articulación regional y la planificación conjunta. Cada municipio gestiona su supervivencia, pero nadie piensa en romper con la matriz centralista.

El (mal) sindicalismo, por su parte, opera como actor corporativo que negocia beneficios particulares sin aportar al desarrollo productivo. En lugar de impulsar capacitación, innovación o cooperativismo, muchas veces bloquea proyectos emergentes, condiciona inversiones y ofrece “paz social” a cambio de prebendas. Su lógica es defensiva, no transformadora.

A esto se suma una estructura de poder oculta que opera en detrimento de la democracia y el interés del pueblo: redes de familias, empresarios y dirigentes que controlan la economía local desde hace décadas. Manejan tierras, obras públicas, medios de comunicación y servicios básicos. Funcionan como estructuras paralelas que frenan reformas, desalientan la participación vecinal y consolidan un modelo retardatario y empobrecimiento.

Las consecuencias son visibles: migración juvenil, envejecimiento poblacional, precarización hotelera, invisibilidad de experiencias productivas emergentes y parálisis institucional.

La provincia se vacía mientras el sistema político discute temas sin tocar lo esencial.

Sabemos que de los laberintos se sale por arriba, ello implica una nueva arquitectura política: Municipios con autonomía real, consorcios regionales con planificación conjunta, sindicatos orientados al desarrollo y una comunidad organizada como actor estratégico. La provincia no necesita más gestión: necesita organización.

Este diagnóstico no es pesimista. Es el punto de partida para un cambio de la matriz política. Este poder invisible, retardatario y anti-bonaerense, solo podrá ser enfrentado con poder comunitario. La fragmentación puede ser superada con articulación. Y el sindicalismo puede transformarse si se vincula al trabajo real, no al aparato.

La Provincia de Buenos Ayres tiene todo para ser el boom de Occidente. Solo necesita liberarse de sus bloqueos y organizarse desde abajo, el municipio.